“Me están calando”, esas fueron las palabras de Juan Millán Lizárraga allá por 1999 cuando a pocos días de entrar en funciones como gobernador, se desataron en la entidad numerosos actos de violencia.
Ya han pasado casi dos décadas y el crimen organizado ha venido “calando” a los sucesores de Millán, como son Jesús Aguilar Padilla y Mario López Valdez.
Ahora, por lo que se observa en la escalada de violencia en el estado, toca el turno al gobernador Quirino Ordaz Coppel, de quien sabemos está poniendo todo el esfuerzo para combatir a las bandas delincuenciales aún cuando los recursos económicos son limitados y además considerando la capacidad monetaria que tienen los delincuentes para comprar impunidad a través de malos funcionarios.
Se ha cuestionado el hecho de que algunos mandos superiores -en algunos municipios y el estado mismo en materia de seguridad- sean de origen militar lo que llevaría a suponer que algunas autoridades policíacas civiles están coludidas ya sea por comisión o por omisión y en ese sentido se les ha perdido la confianza.
Lo cierto es que con todo y cuestionamientos el gobernador Ordaz Coppel ha optado por experimentar con la inclusión de militares que se hagan cargo de la seguridad pública pues la sociedad está urgida de respuestas que garanticen la normalidad en la vida diaria.
No hay que olvidar que fue el secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, en reciente visita a Mazatlán, quien reveló que había sido petición del gobierno estatal establecer estrategias de cooperación y capacitación con las fuerzas armadas, lo cual, desde nuestro punto de vista no se trata de militarizar a Sinaloa.
Ahora bien, habrá -y sí los hay- quienes vean con malos ojos la decisión de Ordaz Coppel, sin embargo, la exigencia, insistimos, son respuestas para acceder a una mayor seguridad y cuando se trata de temas tan delicados, todas la opciones deben ser bienvenidas y no que por afanes políticos se alcen las voces en contra………..
Nos vemos en otra DIMENSION SINALOENSE………