México, no te admires por Venezuela

Por Netzahualcóyotl Ceballos.

En México, somos esa familia que critica a sus vecinos y no atiende los problemas de casa, que son lo mismo o más deficiente. Dentro de nuestras cuatro paredes nos admiramos de lo que sucede en Venezuela, con un Nicolás Maduro remiso en dejar el poder y el llamado de Estados Unidos a no reconocerlo como Presidente. Elecciones sucias, cúpulas de poder reacias a desaparecer, imposición de un presidente… ¿a qué nos recuerda esto? Sí. A nuestra misma historia como país.

No aplaudo el papel de Nicolás Maduro pero me sorprende la indignación de los mexicanos, pues ni siquiera en las elecciones electorales más sucias nos admiramos tanto por el abuso de poder, sino más bien nos quedamos callados, contemplando por muchos años cómo los gobernantes daban vueltas en su propio eje. Ya lo dijo Mario Vargas Llosa, en 1990, cuando continuaba poniendo ladrillos de su carrera literaria y que años más tarde acabaría conquistado el Premio Nobel de Literatura: “No creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de dictaduras latinoamericanas, encaja dentro de esa tradición con un matiz que es más bien el de una agravante. México es la dictadura perfecta. Es la dictadura camuflada pero tiene todas las características: la permanencia, no de un hombre, sino de un partido, y que suprime a aquella crítica que pone en peligro su permanencia”. México tiene aquí su propio Venezuela. Si bien es cierto que el partido al que Vargas Llosa se refería ya no está en su silla de siempre, su legado en la política mexicana todavía no se acaba, aquí también, como en Venezuela, hay pobreza, se censura a la prensa, hay marginación, corrupción, imposiciones de funcionarios sin preparación, una educación pública mísera comparada con otros países y un sistema de salud pública casi indeseable para cualquier país del mundo. ¿Por qué nos admiramos, pues?

Ojalá Estados Unidos, Europa y Latinoamérica hubieran intervenido en México cuando los abusos de poder, cuando las elecciones altamente sospechosas de corrupción, cuando las masacres. Ojalá la ONU hubiera dado un ultimátum como lo hace hoy con Venezuela y que el Vaticano hubiera hablado a favor de la democracia como hoy. Porque la democracia en México, creo yo, es apenas un bebé aprendiendo a caminar.

La diferencia es que Venezuela es el niño del salón que no le cae bien a nadie y que a él no le interesa caerle bien a nadie, pero del que todos quieren opinar. La diferencia es que el maestro frente a grupo tiene años rechazando a ése alumno y aprovecha la menor oportunidad para dejarlo en mal. La diferencia es que ése alumno no lleva un regalo el Día del Maestro.