Se pierden sepultureros temporada

Este Día de Muertos, los sepultureros tienen la impresión de que quienes más han perdido por el Covid-19 han sido ellos. No sólo porque desde el primer muerto en México, anunciado el 18 de marzo, hasta los de esta semana, cuando van más de 90 mil, les ha tocado a ellos hacerse cargo de los cuerpos. También, porque desde que se publicó el protocolo para el manejo de fallecidos por sospecha o confirmación de Covid, se recomendó no hacer inhumaciones. O que no se permitiera el paso a más de tres o cuatro personas a los entierros. La orden fue para evitar contagios, pero ellos aseguran que les ha afectado más porque acabó con algo tan útil para que ellos puedan vivir que se llama “pasar la gorra”.

La mayoría de los sepultureros son voluntarios y viven de esas cooperaciones que se dan una vez que se entierra al muerto. Encima de todo, ni siquiera se permitió la entrada a los panteones hoy, cuando esperaban el pago de todo el año.

Alfonso Pérez, de 60 años, voluntario desde 2003 en el Cementerio de San Nicolás Tolentino, Iztapalapa, recuerda que antes en una buena “pasada de gorra” se juntaban mínimo unos 100 pesos y no faltaba aquel que ponía 100, 200, 500, pues la bondad suele consolar al llanto. Se iban a su casa con no menos de 250 pesos, porque había pocos muertos. Pero eso era antes de marzo, cuando tenían máximo cinco entierros y él tenía un día de descanso a la semana.

El 28 de octubre el número de muertos por Covid en México pasó de 89 mil 814 a 90 mil 309. De ellos, 14 mil 987 en la Ciudad de México, y 2 mil 133 en Iztapalapa, donde trabaja Alfonso Pérez y su cuadrilla que han llegado a enterrar hasta 30 cuerpos en un día. “Ahora trabajamos sin un día descanso y hay días que no sacamos ni 80 pesos”, asegura vía telefónica.

Hace ya mucho tiempo, en junio, el Gobierno indicó que el número de muertos confirmados por Covid-19 se debería de multiplicar por ocho para calcular la cifra real. Pero a siete meses y medio del primer fallecido, nadie sabe el número exacto. Eso es lo malo para los sepultureros. Antes les daban algo de protección, guantes, overol, cubre bocas, gel y un aviso. Hoy, ya ni eso.

“Cuando comenzó todo esto, sí nos avisaban. Que es de Covid, nos decían, y de un tiempo hacia acá ya no nos dicen nada. Nosotros nos damos cuenta porque viene la caja sellada, viene envuelta con plástico”, afirma don Alfonso, quien desde los 5 años iba al panteón con su padre, también sepulturero, aunque él sí era empleado del Gobierno. Cuando quiso trabajar de fijo, ya no alcanzó la base y ahora ha tenido que comprar en 200 pesos su propio overol y camisola color beige de la Ciudad de México, su gel y su cubre bocas de 10 pesos que lava cada tarde.

Pepe Goycochea, ex dirigente de la Sección 7 del sindicato de Trabajadores de la Ciudad, que incluye a los empleados de los 112 panteones, explica que desde hace años no se abren plazas, por lo que los trabajadores de base apenas llegan a 700, casi todos de edad avanzada. Así que la mayoría de los cementerios funcionan por los mil 500 voluntarios que, además de hacer fosas, pegar losas y echar tierra, durante todo el año construyen capillas, limpian las tumbas o acarrean agua. “A veces los puestos de base sólo se abren para que los funcionarios recomienden a sus familiares, ¿pero quién va a recomendar a un familiar para que sea sepulturero?”.

Tampoco hay presupuesto, añade el ex dirigente. Ni para salarios ni para equipo de los sepultureros voluntarios que siempre están al fondo: “Con decirte que para bajar al muerto, se necesitan unas cintas, bueno, ni siquiera hay dinero para comprar esas cintas, por lo que los sepultureros tienen que poner de su dinero”, asegura.

Manuel Cuauhtli, de 31 años, voluntario desde hace 16 en el Cementerio de San Lorenzo Tezonco, Iztapalapa, hace cuentas: “Hacemos líneas que corren de 108 fosas por línea y ya van como unas 15 o 16 líneas, la verdad es que ya van muchos muertos”, dice. Cuando se le pide una foto del equipo con el que trabajan, responde que no. “Es que ya ni guantes tenemos”.

“Antes los del sindicato nos regalaban el equipo desechable, pero ahorita ya nada es desechable, ahorita ya nada más lo que ocupamos es el cubrebocas”, precisa también por teléfono.

Hace dos o tres meses Cuauhtli y sus compañeros de cuadrilla se comenzaron a sentir mal. Dolor de cabeza, tos, sensación de gripa. “Ya no sabíamos si era por el esfuerzo que hacíamos, porque la verdad es que sí era trabajo pesado”, dice el sepulturero que vive con sus abuelos, con su mamá y con sus dos niños.

Cada tanto, para justificar la falta de pruebas, el Gobierno mexicano afirma que únicamente son para quienes tienen síntomas. Y cada tanto, al menor síntoma, los políticos informan que se han hecho el estudio. “Sentí un ligero malestar, así que decidí hacerme la prueba Covid”, tuiteó la semana pasada el diputado Gerardo Fernández Noroña. Ni los sepultureros ni la mayor parte de la población han tenido esa suerte. “Gracias a Dios, nos encomendamos a Dios y no pasó a mayores”, dice Cuauhtli.

Don Alfonso recuerda que la última vez que lo vacunaron fue hace cuatro años y contra el tétanos. Hace unos días fue al centro de salud a preguntar por la vacuna de la influenza y estaba agotada. Recuerda también que se han preguntado en su cuadrilla por qué hay el Día del Maestro y hasta el Día del Barrendero, pero no hay el Día del Panteonero. Y es cierto, nadie se acuerda de ellos.

Por ejemplo, se sabe que 10 gobernadores se han contagiado del virus, y que 84 diputados y senadores también han dado positivo. Pero sólo Goycochea calcula que han muerto unos cinco panteoneros, unos 50 se han contagiado, entre empleados y voluntarios.

“Nunca se celebra el Día del Panteonero, que es donde está la bronca pesada”, se queja don Alfonso. Y luego asegura que los familiares de los muertos son ahora más peligrosos por las restricciones del ingreso. “El otro día se murió el del mercado y llegaron 200 y todos tuvieron que pasar porque patearon la puerta. Otro día, porque un compañero tiró un poquito de tierra sobre el féretro, ya también lo querían enterrar”, relata.

A pesar de todo, los sepultureros afirman que un panteón es más seguro contra el Covid-19 que allá afuera. Hace poco, don Alfonso quiso ir al tianguis y mejor se regresó porque estaba atascado y nadie traía cubrebocas.

“Afuera ni siquiera el Presidente usa cubrebocas”, añade por su parte Cuauhtli. “Aquí, pasando la puerta del panteón, la verdad está muy tranquilo y todos llevamos cubrebocas”.

Así que ninguno de los dos entiende por qué el Gobierno impidió la entrada a la gente este Día de Muertos que era su mayor esperanza de pago de todo el año. Con eso podrían comprar gel, guantes y cubrebocas.

*** En el Mercado de Flores de Jamaica han estado perdiendo desde mayo. Tres días antes del Día de las Madres les avisaron que tenían que cerrar para evitar aglomeraciones y Jorge López Perfino, de 55 años, productor de flores de Cholula, tuvo que meter el tractor con todo y las cosechas de gladiolas y rosas. Apenas tuvo para invertir en flores de cempasúchil y terciopelo, aunque el cierre de panteones acabó con su esperanza. “Yo creo que podían haber abierto aunque parcialmente, porque ahora no va haber nada para nadie, ni para los vivos ni para los muertos”, lamenta.

Lo peor, según el secretario de organización de la mesa directiva del Mercado de Jamaica, Ramsés Mesa Carreto, de 38 años, es que el Gobierno apoya a quienes no trabajan y no a quienes generan empleos. “En el Mercado hay mil 312 locales, unos 400 productores, más unos 200 estibadores, 200 vendedores ambulantes. Estamos hablando que son alrededor de 2 mil personas y cada una de esas personas vive con su familia, si multiplicas por tres serían más de 6 mil familias que se benefician, y yo, que sepa, a muy pocos les han dado algún crédito”, analiza el locatario.

Recuerda que en mayo, cuando ya el mercado llevaba vendiendo menos del 60 por ciento, el Gobierno ofreció créditos a los locatarios, pero que no todos tienen sus constancias. En su caso, que ya debe 100 mil pesos de renta y paga sólo la mitad a sus siete trabajadores, estuvo llamando y el teléfono de los créditos siempre estuvo saturado.

*** Desde el primer caso confirmado de Covid-19 en México -el 27 de febrero-, a la fecha, van más de 900 mil registrados. Estos días, según los sepultureros, han llegado menos cuerpos, pero han oído que todo podría complicarse. Don Alfonso, dice que antes esperaban casi hasta que llegara el féretro para abrir las fosas, “ahora abrimos hileras de fosas y fosas para estar listos antes”.

Con tantos muertos que ha visto desde niño, su concepción de la muerte y de la vida es muy sencilla: “Hay cosas que se pueden hacer y hay cosas que no se pueden hacer”, dice primero, y luego añade: “Yo desde que empecé a sepultar sentía feo, pero con el paso del tiempo se va adaptando uno. A lo que no se adapta uno a los niños. A eso sí no. A eso sí no, todavía uno siente feo de ver que la vida tan corta y que pase así de rápido”.

Fuente: Reforma