UN DÍA COMO HOY

POR EDUARDO OLIVARES A.
UN DÍA COMO HOY pero de 1761 durante una fiesta religiosa en Quisteil, Yucatán, cerca de Sotuta, Jacinto Uc de los Santos “Canek”, inicia una rebelión de indígenas mayas.
Puesta la conjura al descubierto, hoy, durante la festividad de Cisteil, arenga en maya a los indígenas y los incita a matar a los blancos y mestizos que los explotan:

“Hijos míos muy amados: no sé que esperáis para sacudir el pesado yugo y servidumbre trabajosa en que os ha puesto la sujeción a los españoles; yo he caminado por toda la provincia y he registrado todos sus pueblos y, considerando con atención que utilidad nos trae la sujeción a España, no hallé otra cosa que una penosa e inexorable servidumbre… El juez de tributos no se sacia ni con los trabajos que cercan en la cárcel a nuestros compañeros, ni satisface la sed de nuestra sangre en los continuos azotes con que macera y despedaza nuestros cuerpos”.

Para persuadirlos de su fuerza, Canek hará creer a los indígenas que está dotado de poderes de taumaturgo, que cuenta con varios brujos y que el triunfo de los mayas está escrito en el Chilam Balam. Asimismo, en sus escritos mencionará que junto al pueblo rebelde está también el dios cristiano.

Canek prometerá a quien lo siga que contará con el apoyo de los ingleses y que quien muera en batalla resucitará al tercer día o tendrá abiertas las puertas del paraíso.

Enterado del hecho, el capitán Tiburcio Cosgaya, comandante de Sotuta, los atacará con un reducido grupo de soldados, los cuales resultarán todos muertos, incluyendo dicho capitán.

Sin embargo, a la semana siguiente, dos mil hombres del ejército español al mando de Estanislao del Puerto atacarán Cisteil y ocuparán la plaza con el saldo de unos 500 mayas y 40 soldados muertos. Canek se refugiará en la hacienda de Huntulchac y, perseguido, huirá a Sivac, lugar donde será aprehendido con parte de su gente en diciembre del mismo año de 1761.

Serán llevados a Mérida, ejecutados y descuartizados en la plaza principal. Mario Humberto Ruiz (Las lágrimas de los indios, la justicia de Dios) describe el acto: “La crueldad alcanza su vértice en la persona del líder. A caballo, humillantemente vestido y con una corona de piel de venado como mofa a su pretendida realeza, se hizo entrar a Canek a Mérida, para asistir a un rápido juicio donde se le condena a ser ‘roto vivo’ –‘quebrándole los brazos y piernas a golpes’-, y desgarrada su carne con tenazas. Una vez ‘muerto naturalmente, y esté tres horas expuesto en dicho cadalso para que todos lo vean, se quemará su cuerpo y sus cenizas se darán al viento’.

Ermilo Abreu Gómez, en su poético libro Canek, recrea el final del héroe maya:

“En la sabana de Sibac los esbirros aprehendieron a Canek y a sus amigos. Uno de los esbirros, de nombre Malafacha, le ató las manos.

-Capitán -dijo Canek-, le va a faltar cordel.

Malafacha torció el nudo.

-Es inútil, capitán – añadió Canek-, le va a faltar cordel para atar las manos de todo el pueblo.