Hasta la OTAN participa: Policías y militares de todo el mundo para blindar el Mundial

Ante los riesgos de atentados terroristas, ataques cibernéticos y enfrentamientos violentos, el gobierno de Qatar y la FIFA firmaron acuerdos de cooperación con 13 países, empresas privadas y organismos internacionales para que aporten equipos de seguridad, submarinos y aviones de combate.


Ante el hecho de que 50 mil agentes qataríes del orden serán insuficientes para garantizar la seguridad del millón 300 mil aficionados que se concentrarán en Doha, y ante los riesgos de atentados terroristas, ataques cibernéticos y enfrentamientos violentos, el gobierno de Qatar y la FIFA firmaron acuerdos de cooperación con 13 países, empresas privadas y organismos internacionales –entre ellos, de manera inédita, la OTAN– para que aporten miles de policías y soldados, asesores militares y cibernéticos, equipos de seguridad y hasta submarinos y aviones de combate.

París (Proceso).– Las cifras hablan por sí mismas: alrededor de 1 millón 300 mil aficionados se disponen a viajar a Doha para asistir a la vigésima segunda edición de la Copa Mundial de Futbol que se llevará a cabo del 20 de noviembre al 18 de diciembre. 

Antes de la pandemia de covid-19, el riquísimo microemirato de Qatar –11 mil 571 kilómetros cuadrados y 2 millones 931 mil habitantes, 350 mil de los cuales son qatarís de pura cepa– solía acoger a un promedio de 3 millones de turistas… al año.

A diferencia de las copas anteriores, en las que sólo dos selecciones y sus respectivos seguidores se congregaban en una misma ciudad, todos los partidos del Mundial 2022 se disputarán en la capital qatarí y sus alrededores.

Cinco de los ocho flamantes estadios del campeonato se encuentran en la capital; otros dos fueron construidos en Al-Rayyan y Al-Wakrah y el octavo en Al-Khor, tres ciudades ubicadas respectivamente a 20 y 50 kilómetros del centro de Doha. 70 kilómetros solamente separan Al-Khor de Al-Wakrah.

Helmut Spahn, director de seguridad de la FIFA, lo reconoce: la primera parte del torneo plantea auténticos desafíos logísticos, pues a lo largo de dos semanas, del 21 de noviembre al 2 de diciembre, los 32 equipos competidores jugarán 48 partidos –cuatro partidos por día– en un espacio geográfico sumamente reducido.

Controlar los desplazamientos cotidianos de ocho cohortes de hinchas exuberantes por las calles y en los transportes públicos de una ciudad totalmente ajena a protestas callejeras y a vaivenes de muchedumbres causa angustia en las más altas esferas qataríes.

“El carácter compacto de la Copa del Mundo 2022 es algo excepcional. Por primera vez en la historia de esa competencia todos los equipos, todas las delegaciones y todos los aficionados estarán reunidos en el mismo lugar… Es un reto, pero también una oportunidad única para celebrar un jubiloso festival de futbol con fanáticos de los cinco continentes”, recalcó Spahn al concluir la Última Conferencia sobre Cuestiones de Seguridad de la Copa del Mundo Qatar 2022, celebrada en Doha los días 22 y 23 del pasado mayo. 

“Momentos difíciles y complejos nos esperan”, reconoció, refiriéndose tanto al control de las multitudes como a problemas de seguridad inherentes a todos los encuentros deportivos planetarios: riesgos de atentados terroristas, ataques cibernéticos, arrebatos violentos de hooligans o enfrentamientos entre seguidores de equipos adversos. 

Pero el alto responsable de la FIFA tenía además en mente las tensiones específicas que plantea ese primer Mundial celebrado en Medio Oriente y cuyo anfitrión es una monarquía musulmana de filiación sunita que aplica la sharia (ley islámica). Al igual que los dirigentes del emirato, Spahn teme choques culturales potencialmente explosivos entre qataríes muy conservadores y fanáticos extranjeros demasiado extrovertidos.

“Socios de seguridad” 

Desde su controvertido nombramiento en 2010 como anfitrión del Mundial por el Comité Ejecutivo de la FIFA, Qatar, que sólo cuenta con 50 mil policías y militares, multiplicó contactos internacionales y acabó firmando acuerdos de cooperación en cuestiones de seguridad con 13 países, varias instancias internacionales y destacadas empresas privadas. 

El objetivo del jeque Tamim bin Hamad Al Thani, quien dirige el emirato desde 2013, es claro: el Mundial 2022, en el que invirtió 200 mil millones de dólares, debe ser el más seguro y el más grandioso de toda la historia del torneo. 

El ambicioso jeque de 42 años considera que su éxito es esencial para la consagración planetaria de su reino y de su famoso soft power, poder de influencia que le permite tener cada vez más peso político en el mundo.

Sorprende la lista heterogénea de los “socios de seguridad” del emir. Si bien parece lógica la presencia de miembros de los servicios de inteligencia de los países cuyas selecciones compiten en el Mundial, así como la de expertos de Interpol y Europol y directivos del Centro Internacional para la Seguridad del Deporte –organismo con sede en Doha creado a iniciativa de Qatar en 2010 y ampliamente financiado por el emirato–, no deja de llamar la atención la participación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la protección del torneo futbolístico. El hecho no tiene antecedente.

Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, asegura que esa cooperación se inscribe “naturalmente” en el marco de las relaciones estrechas de Qatar con la organización atlántica, sin dar mayores precisiones. 

Sólo menciona que integrantes de la policía qatarí fueron capacitados en Eslovaquia y en el Centro de Excelencia de la OTAN de la República Checa para enfrentar ataques con armas CBRN (químicas, biológicas, radiológicas y nucleares) y en Rumania para perfeccionar sus técnicas de protección de los VIP (invitados muy importantes) y de intervención en caso de ataques con “explosivos improvisados”. 

Francia lleva relaciones privilegiadas con Qatar desde hace varias décadas por lo cual encabeza la lista de los 13 países que firmaron “convenios de seguridad” con el emirato.

No se debe olvidar que en 2010 Nicolas Sarkozy, entonces presidente de Francia, y Michel Platini, quien se desempeñaba como vicepresidente de la FIFA, jugaron un papel tan esencial como turbio en la atribución del Mundial a Qatar. Se habló inclusive de “conflictos de intereses”, delito que varias y largas investigaciones judiciales no lograron comprobar.

Como sea, París, que asesora a Doha en materia de seguridad desde 2005, firmó en 2021 un contrato con el emirato cuyo aspecto financiero sigue siendo oculto, a pesar de la insistencia de diputados y medios de comunicación para conocerlo. 

En cambio, filtraron en la prensa cláusulas jurídicas del convenio. Destaca una que impide que militares y policías galos eventualmente culpables de violación de la muy rigurosa ley islámica, sean sometidos a penas de flagelación o condenados a muerte.

La misión gala en Qatar cuenta con 220 expertos de la gendarmería y la seguridad civil que intervendrán al más alto nivel para cubrir un amplio abanico de amenazas entre las que resaltan “ataques de drones hostiles”. 

Francia desplegará también sus sistemas aerotransportados de control AWACS para asegurar la vigilancia del espacio aéreo qatarí. Compartirá esa responsabilidad con la Royal Air Force británica, que enviará aviones de combate Eurofighter Typhoon a Doha, y con Fortem Technologies, empresa privada estadunidense considerada líder mundial de la lucha antidrones. 

Turquía, fiel aliado de Qatar, que cuenta con una base militar en Doha y lleva meses capacitando a militares y policías qataríes, no se queda atrás. Están a punto de aterrizar en el emirato 3 mil agentes antimotines turcos, 50 expertos en bombas y 80 perros, unos rastreadores y otros antidisturbios, así como efectivos militares. Todos se encargarán de la vigilancia de los estadios y los hoteles junto con “miles” de policías enviados por Rabat. No se tiene su número exacto.

Marruecos pone además a disposición de Qatar algunos de sus mejores expertos en ciberseguridad, los cuales, por cierto, son bastante afamados a nivel mundial. Trabajarán al lado de especialistas de agencias privadas internacionales. 

Impactadas por los millones de ataques cibernéticos sufridos por las infraestructuras de información del Mundial de 2018 que se celebró en Moscú –se habla oficialmente de 25 millones agresiones– las autoridades de la FIFA y de Qatar multiplicaron las iniciativas de protección en ese campo.

A raíz de acuerdos firmados con Islamabad y Amman, Doha puede también contar con importantes contingentes militares paquistaníes y jordanos. En ese caso también se habla en forma imprecisa de “varios miles de hombres”.

No será la selección nacional de Italia la que representará a ese país tan “futbolero” en Qatar, sino sus Fuerzas Armadas. El dispositivo militar previsto por Roma que incluye 560 soldados y carabineros, 46 vehículos terrestres, pero sobre todo el flamante patrullero offshore polivalente “Paolo Thaon di Revel” y un vehículo submarino teledirigido empezó a desplegarse en el país en octubre.

De hecho, la mayor responsabilidad de la Armada italiana será contribuir a la seguridad de las aguas internacionales frente a Doha y del espacio submarino cerca de la costa. 

Los 115 agentes de la Unidad de Intervención Policial de la policía nacional española no viajarán a Doha. Involucrada desde hace meses en la elaboración del dispositivo de seguridad del Mundial, la dirección del Cuerpo Nacional de Policía se echó para atrás el pasado 14 de octubre. Según la prensa española, el alto mando policial ibérico no aceptó que sus hombres llevaran los uniformes impuestos por los qataríes a todos los agentes de mantenimiento del orden, nacionales como extranjeros.

No se publicita mucho el papel de Estados Unidos en la seguridad del torneo futbolístico, pero se sabe que es preponderante.

Desde 2002 Qatar alberga la mayor base militar estadunidense de Medio Oriente, en la que el Pentágono instaló el CentCom, el cuartel general de sus operaciones en toda la región. Unos 20 mil soldados –la mitad de los efectivos desplegados en Medio Oriente– viven en el enclave de Al-Udeid totalmente apartado del resto del país.

El pasado 6 de octubre el Ministerio de Defensa de Qatar dio a conocer oficial pero escuetamente “la firma de un memorando de cooperación con el Departamento de Defensa de Washington sobre la contribución de las fuerzas armadas estadunidenses a la seguridad de la Copa Mundial de la FIFA 2022”.

El lacónico comunicado sólo indica que el general de brigada Khaled Muhammad Al-Nuaimi, vicepresidente del Comité Ejecutivo de Seguridad y Relaciones Internacionales, firmó el acuerdo en nombre de Qatar, mientras que el coronel Timothy Drifki, alto funcionario de Defensa y agregado militar, lo hizo en nombre del gobierno estadunidense. 

E indica: “El acuerdo tiene por objeto definir y organizar las responsabilidades y los acuerdos técnicos relacionados con la cooperación en materia de seguridad”. Nada más.

Reclutamiento de civiles

Estos numerosos convenios internacionales y la perspectiva de poder contar con pletóricas fuerzas del orden no tranquilizaron del todo al jeque Tamim bin Hamad Al Thani, quien siguió tan obsesionado por la problemática de la seguridad que a finales del pasado septiembre ordenó movilizar a cientos de civiles.

Empleados públicos, inclusive diplomáticos que desempeñaban sus actividades fuera del país, en particular en China y Rusia, así como trabajadores del sector privado o maestros (todas las escuelas del país permanecerán cerradas durante el Mundial), fueron convocados para sumarse a los ciudadanos que prestan el servicio militar obligatorio.

Pocos qataríes se atrevieron a desobedecer, pues no cumplir ese “deber patriótico” puede conllevar penas de un año de cárcel o multas de 50 mil riales (13 mil 700 dólares).

A lo largo de los dos últimos meses los reclutas fueron entrenados para fortalecer los controles de seguridad en las entradas de los estadios. Se les enseñaron técnicas de cacheo para detectar el ingreso de alcohol, drogas y armas en los recintos deportivos.

Según fuentes oficiales citadas por la prensa qatarí, “los reclutas fueron capacitados para acercarse a los hinchas con un lenguaje corporal positivo y sonrisas para respetar la Declaración Universal de Derechos Humanos y no discriminar a los fanáticos por cualquier motivo”.

Basta leer los reportes demoledores de Amnistía Internacional, Human Rights Watch e instancias de la ONU, entre muchos otros, sobre el terrible costo humano de la construcción de las infraestructuras del Mundial, para percibir el carácter oportunista de esa repentina preocupación por los derechos humanos.

Fuente: Proceso.