Japón honra a los 47 Ronin

En 1703 un grupo de samurái se vieron obligados a convertirse en rōnin(samurái si n señor), después de que su daimyō (señor feudal) Asano Naganori se viera obligado a cometer el seppuku (ritual de suicidio), por haber agredido a un alto funcionario del gobierno llamado Kira Yoshihisa en el Castillo Edo gran mansión del Shōgun Tokugawa Tsunayoshi. Los vasallos, muerto su señor, idearon un plan para vengarlo, el cual consistía en asesinar principalmente a Kira Yoshihisa. Pero Kira, sospechando un plan para acabar con su vida, contrató guardias. Así, para que este bajara la guardia, tuvieron que esperar aproximadamente un año y medio. Cuando llegó el día y la hora acordados, de todos los vasallos del clan solo acudieron 47. Pero no se arredraron, asaltaron la casa de Kira, lo mataron y llevaron su cabeza al templo Sengaku, donde estaba enterrado su señor. Y después de presentarla delante de su tumba y rezar, se entregaron a las autoridades, que los sentenciaron a cometer seppuku.2​ Esta historia se extendió como la pólvora por todos los rincones del país del sol naciente, y en todas partes todos se admiraron de la lealtad, sacrificio y perseverancia de los vasallos leales, en un tiempo en el que las guerras y los hechos violentos en general eran cosa del pasado. La popularidad de la mítica historia aumentó aún más debido a la rápida modernización ocurrida durante la era Meiji, cuando muchas personas en aquel país anhelaban un regreso a sus raíces culturales.

En Sengaku-ji se encuentran las tumbas de los 47 rōnin condenados al seppuku y dos más en memoria de Terasaka Kichiemon y Kayano Sanpei. Kayano deseaba fuertemente tomar parte en la venganza pero cometió seppuku antes del ataque debido a la fuerte oposición de su familia.

Esta es una historia popular, que todavía toca el corazón de los japoneses después de 300 años. La caballerosidad de los sirvientes fieles, y los temas de Gi (justicia) y Chu (lealtad) están todavía altamente estimados por los japoneses.15​

Hoy en día se pueden visitar las tumbas de Asano y de los 47 rōnin en el templo Sengaku, en Tokio, donde los japoneses siguen venerando su memoria, poniéndoles incienso y celebrando un festival en el aniversario de su muerte.

Fuente: Wikipedia