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El Papa Francisco visita una cárcel en Roma pese a su delicada salud

A pesar de estar en plena convalecencia y visiblemente debilitado por sus problemas respiratorios, el papa Francisco demostró una vez más que su compromiso con los más olvidados no se detiene. Este Jueves Santo, fiel a su tradición desde que asumió el papado en 2013, visitó la prisión romana de Regina Coeli, donde compartió un breve pero significativo momento con los internos.

“Lo vivo como puedo, dijo con esfuerzo el pontífice argentino al salir del recinto, cuando periodistas lo abordaron para preguntarle cómo experimentaba esta Semana Santa en medio de su recuperación. Aunque hablaba con voz baja y pausada, lo hizo sin la ayuda de cánulas de oxígeno, lo que marcó un avance en su estado de salud desde que fue dado de alta el pasado 23 de marzo, tras 38 días hospitalizado.

Entre reclusos, oraciones y una sonrisa

La visita no duró más de media hora, pero fue suficiente para dejar huella. Francisco fue recibido entre aplausos por el personal de la cárcel y luego se reunió con un grupo de 70 reclusos. Sentado en silla de ruedas, como es habitual desde hace meses por sus problemas de movilidad, les dirigió unas palabras cargadas de cercanía y empatía:

“Me gusta hacer todos los años lo que Jesús hizo el Jueves Santo, el Lavado de pies, en la cárcel. Este año no puedo hacerlo, pero sí puedo y quiero estar cerca de vosotros. Rezo por vosotros y por vuestras familias”.

Luego, rezaron juntos un Padre Nuestro y el papa impartió su bendición, saludando a cada uno de los presentes antes de retirarse. Aunque no pudo realizar el tradicional lavado de pies, su presencia fue un gesto profundamente simbólico para los internos.

Un pensamiento recurrente… y muy humano

Quizá uno de los momentos más impactantes de la jornada ocurrió cuando el pontífice compartió una reflexión que lo acompaña cada vez que entra a una cárcel:

“Cada vez que entro en un lugar como este me pregunto: ¿por qué ellos y no yo?”

Esa frase, simple pero poderosa, volvió a poner en evidencia el enfoque pastoral de Francisco, siempre inclinado hacia los marginados, los olvidados y los que sufren.

Y aunque estaba visiblemente agotado, aún se dio espacio para una broma con una reportera que, en medio del tumulto, le preguntó cómo estaba. “Estoy sentado, respondió con una sonrisa que desató algunas risas entre los presentes.

De vuelta al ruedo, pero con límites

Francisco ha comenzado a retomar de a poco su agenda, aunque con muchas restricciones. Ayer miércoles, recibió en una audiencia privada al personal del hospital Gemelli, su primera reunión de ese tipo desde su alta. También ha aparecido brevemente en algunas celebraciones religiosas recientes, como la misa del Domingo de Ramos y el Jubileo de los Enfermos, aunque en esas ocasiones se le vio utilizando las cánulas de oxígeno.

Para esta Semana Santa, sin embargo, el papa ha delegado muchas de las ceremonias a sus cardenales, consciente de sus limitaciones físicas. Este Viernes Santo, el tradicional Vía Crucis en el Coliseo será presidido por el cardenal Baldassare Reina, aunque las meditaciones fueron redactadas por el propio Francisco.

Un papa que no se rinde

Aunque frágil, cansado y limitado, el mensaje del papa en esta Semana Santa ha sido claro: la fe se vive con el cuerpo que se tiene, y el corazón que no se entrega. Su visita a la prisión romana fue una muestra de voluntad, empatía y compromiso pastoral que trasciende el estado físico.

Francisco no necesitó un largo discurso ni grandes gestos para dejar una huella en quienes lo vieron ese día. Bastó su presencia, sus breves palabras… y esa mirada sincera que se pregunta, en silencio, por qué unos están tras las rejas y otros no.

 

MG.