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Con voz y voto en Roma: el papel de los dos cardenales mexicanos en la elección del nuevo Papa

Las campanas resonaron con fuerza este lunes en todo México. Cien repiques fúnebres envolvieron de solemnidad la misma celebrada en la Catedral Metropolitana, un gesto de despedida al papa Francisco que simbolizó el luto del catolicismo nacional. Mientras las plegarias se elevaban al cielo, en la tierra comenzaba a escribirse un nuevo capítulo para la iglesia: el inicio del camino hacia la elección del próximo Pontífice.

En ese proceso participarán dos figuras clave del clero mexicano: el cardenal Carlos Aguiar Retes y el cardenal José Francisco Robles Ortega. Ambos tienen voz y voto en el cónclave que se celebrará en el Vaticano en los próximos días. ¿Podría alguno de ellos convertirse en el próximo líder de la iglesia católica? Aunque en teoría es posible, especialistas en temas religiosos coinciden en que sus probabilidades son escasas, y el clima geopolítico global no parece jugar a su favor.

Una iglesia entre aperturas y retrocesos

La figura del papa Francisco dejó huella por su carácter disruptivo: latinoamericano, jesuita, hispanohablante, defensor de los pobres y crítico del clericalismo. Su liderazgo intentó abrir brechas hacia una iglesia más empática, con tímidos avances en temas como la inclusión de las mujeres, el acercamiento a la comunidad LGBT, la crisis climática y la migración. Sin embargo, esos pasos generaron fricciones con los sectores más conservadores de la curia romana.

¿Quiénes son los cardenales mexicanos con voto?

Carlos Aguiar Retes, de 74 años, arzobispo de la Ciudad de México, es considerado uno de los rostros más progresistas del clero nacional. Ha promovido una iglesia cercana a los marginados y abierta al diálogo con las autoridades políticas. Su perfil académico y su afinidad con la visión pastoral de Francisco le han otorgado respeto dentro y fuera del país. Sin embargo, su bajo perfil mediático y la 1

Por su parte, José Francisco Robles Ortega, actual arzobispo de Guadalajara, representa una figura más discreta y moderada. Ordenado sacerdote en 1976, ha ocupado cargos de gran relevancia, incluyendo la diócesis más grande y conservadora de México. Aunque no ha protagonizado grandes debates, ha sido firme en su condena a la violencia y ha abogado por una iglesia que acompañe a un país golpeado por la inseguridad y la desigualdad.

Pese a sus trayectorias, ambos cardenales parecen tener un papel más simbólico que decisivo.

Un giro conservador en puerta

Más allá de los nombres, lo que está en juego es el rumbo de la Iglesia Católica en un momento de claroscuros. En un mundo sacudido por liderazgos autoritarios y el auge del neoconservadurismo –con ejemplos como Donald Trump en EE.UU. o Javier Milei en Argentina–, la posibilidad de que el nuevo Papa sea un reformista como Francisco parece lejana.

Los analistas temen que, en vez de avanzar en los temas que aún dividen al clero –como el rol de mujer, los abusos sexuales y la justicia social–, el próximo pontificado dé pasos hacia atrás.

La voz mexicana en Roma… pero no en el trono

Aunque los cardenales mexicanos estarán presentes en una de las decisiones más trascendentales para el futuro del catolicismo, su participación será, muy probablemente, desde la banca. La influencia que México alguna vez tuvo en el Vaticano se ha diluido, y el poder real ahora está en otras manos.

Así, mientras el mundo espera al próximo sucesor de Francisco, la iglesia mexicana observará desde las gradas. Con fe, esperanza… pero también con resignación. Porque, al menos por ahora, el sueño de un Papa mexicano parece estar más cerca de la ficción que de la realidad.

 

 

MG.