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Día del Maestro: el legado revolucionario que convirtió a los docentes en agentes del cambio

Cada 15 de mayo, México se detiene para rendir homenaje a quienes dedican su vida a enseñar. Pero pocos recuerdan que esta celebración tiene raíces mucho más profundas que un simple gesto de gratitud: fue una apuesta política y social del corazón mismo de la Revolución Mexicana.

Un decreto con visión de futuro

Fue en 1917, apenas concluida la etapa armada del conflicto, cuando el entonces presidente Venustiano Carranza oficializó el Día del Maestro. La iniciativa, propuesta por los diputados Enrique Viesca y Benito Ramírez, no surgió como un simple acto simbólico, sino como un reconocimiento estratégico: en un país marcado por el analfabetismo, la desigualdad y las heridas de la guerra, la educación se vislumbra como la herramienta clave para reconstruir la nación.

Carranza y su gabinete no veían a los maestros solo como instructores del aula. Para ellos, eran figuras clave en la consolidación de un México nuevo, donde los ideales de justicia, igualdad y libertad no solo se proclamaran, sino que se enseñaran desde las primeras letras.

¿Por qué el 15 de mayo?

La fecha elegida tampoco fue al azar. Coincide con la festividad de San Juan Bautista de La Salle, patrono de los educadores, quien en el siglo XVII revolucionó la pedagogía con métodos innovadores y un enfoque centrado en el alumno. Así, el Día del Maestro fusionó la visión civil posrevolucionaria con un símbolo religioso ya presente en la cultura mexicana.

De la conmemoración al compromiso

En sus primeras ediciones, la celebración incluía actos públicos, discursos oficiales y la entrega de medallas a maestros ejemplares. Con el paso de los años, se transformó en una jornada institucional de descanso y reconocimiento en todo el país.

Pero más allá del protocolo, el espíritu original del Día del Maestro sigue vivo: recordar que los educadores son piezas esenciales en la construcción de una sociedad más justa.

El papel del maestro hoy

Más de un siglo después de su creación, los desafíos han cambiado, pero no la misión. La desigualdad educativa, el rezago digital y las condiciones laborales aún precarias no han frenado el compromiso del magisterio mexicano. Al contrario, lo han vuelto más resiliente.

El Día del Maestro no es solo un tributo. Es una llamada a revalorar la educación como fuerza transformadora y a sus protagonistas como líderes silenciosos de cada avance social.

En el México de 1917, enseñar era un acto revolucionario. Hoy, sigue siéndolo.

 

 

MG.