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El rey Carlos III advierte sobre amenazas a la soberanía canadiense en discurso histórico ante el Parlamento

En una jornada cargada de simbolismo y tensión geopolítica, el rey Carlos III pronunció este martes el Discurso del Trono en el Parlamento canadiense, en un contexto marcado por las recientes declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha insinuado en múltiples ocasiones su intención de anexar Canadá a Estados Unidos.

La decisión de que el monarca tomara la palabra en esta ceremonia, algo poco común en la política canadiense, fue una iniciativa del primer ministro Mark Carney, quien busca reafirmar la soberanía del país y marcar una clara diferencia frente a las amenazas del mandatario norteamericano. “Canadá enfrenta un momento crítico con desafíos sin precedentes”, leyó el rey, dando voz a un mensaje elaborado por el gobierno canadiense.

Carlos III, quien llegó a Ottawa junto a la reina Camila el lunes por la tarde, fue recibido con honores militares por Carney y la gobernadora general Mary Simon, la primera indígena en ocupar ese cargo. Ambos destacaron la relevancia de la visita como un acto de respaldo a la identidad y autonomía del país.

“El mundo es hoy más impredecible que nunca y nuestras alianzas están en constante transformación”, advirtió el rey frente a una asamblea atenta, mientras delineaba la agenda del nuevo gobierno. Aunque no se refirió directamente a Trump, la referencia a un “mundo peligroso” resonó claramente entre presentes.

Carney, exgobernador del Banco de Inglaterra y recién asumido como primer ministro, ha sido tajante en su postura frente a la retórica de Washington. En declaraciones recientes, expresó que la invitación británica a Trump a visitar el Reino Unido fue inoportuna y desafortunada, dados los señalamientos del líder republicano.

La participación del rey en el Discurso del Trono es un evento inusual; su madre, la reina Isabel II, solo lo hizo dos veces en sus siete décadas de reinado. Esta intervención busca también conectar con las raíces históricas de Canadá como una monarquía constitucional, un mensaje que resuena particularmente fuerte en momentos donde la presión pone a prueba sus instituciones.

Durante su estadía, el monarca también participó en actividades comunitarias, incluyendo un simbólico lanzamiento de disco en un partido de hockey callejero, y planea una visita al Monumento Nacional de Guerra antes de regresar al Reino Unido.

La visita de Carlos III no solo refuerza los lazos históricos entre ambos países, sino que también sirve como recordatorio de que, pese a las similitudes culturales con Estados Unidos, Canadá conserva una identidad y soberanía que no están en negociación.

Mientras las tensiones diplomáticas siguen latentes, la imagen del rey Carlos III frente al Parlamento canadiense quedará como un momento clave en la reafirmación del carácter independiente de Canadá ante los ojos del mundo.

 

 

MG.