Aunque tengo que reconocer que no soy un devoto en el tema religioso ni católico, tengo que aceptar que el Papa Francisco es todo un personaje que cae bien, una figura mundial.
Dueño de una gran personalidad y autoridad moral, ahora con su visita a nuestro país, hemos –los medios y los comunicadores- conocer un poco más de su perfil.
Duro, crítico, afable, bondadoso y hartamente conocedor de los temas que le duelen al mundo y a México, el Papa Francisco no ha dejado “títere con cabeza”.
Ha arremangado por parejo: a curas, obispos, políticos, narcos, delincuentes, etc, etc y etc.
Es un pontífice diferente a los demás. No sólo en el discurso, sino en la práctica y en los hechos.
En el fondo va por la recuperación de los espacios que la Iglesia Católica ha perdido, por tanto abuso de sus pederastas y por la corrupción material de la que no están exentos muchos religiosos y religiosas en el mundo.
De lo que también estoy convencido es que si nuestros políticos mexicanos tuvieran un poco de humildad y humanismo, como lo tiene Jorge Mario Bergoglio, otro gallo nos cantara.
Otra cosa fuera la clase política mexicana.
Alejada de la riqueza, de los negocios chuecos, de la frivolidad, del dinero fácil, de la corrupción y de la simulación.
Ser más humanos y menos materialistas.
En el fondo ese es el mensaje que nos trajo y la lección más importante que habrá de dejar Su Santidad.
Ojalá que de algo haya servido el privilegio que recibieron senadores y gobernadores al ser llevados y acomodados en zonas VIP a los diferentes eventos del Sumo Pontífice.
Ojalá, de verdad, que de algo les haya servido y que sus palabras hayan calado en sus mentes y en sus conciencias.
Espero que algún día lo veamos.
Hasta mañana.
