“Que Impere la Ley”, por Manuel Cárdenas Fonseca

Estoy convencido que una buena parte de los problemas que enfrenta nuestro país deriva, en buena medida, de la falta de respeto a la ley, de su no aplicación o de su aplicación selectiva.

Sin lugar a dudas, la impunidad, la corrupción, y la delincuencia, florecen más rápidamente en los países en donde la ley es sólo un enunciado sin aplicación, donde la ley es violada sistemáticamente tanto por autoridades como por ciudadanos. Por el contrario, en donde se actúa con apego a derecho, se promueve una mejor convivencia social y se frenan la simulación, las prácticas corruptas y la imposición de los intereses de unos pocos sobre los intereses de la mayoría.

Desafortunadamente en nuestro país hablar de “Estado de Derecho”, de “estricto apego a la ley” o del “imperio de la ley”, no tiene un gran significado para la sociedad y representa tanto como hablar de “ovnis” o “marcianos” y se ha convertido en un tema de doctos, de políticos y de mesas de análisis que no reflejan ni el sentir, ni la realidad de los mexicanos.

Los hechos nos han mostrado, por décadas, que la simulación y la justicia selectiva se han impuesto en nuestro país, y que tener las mejores leyes no es garantía de que serán aplicadas. La sociedad ha ido perdiendo la confianza en sus leyes y sus instituciones y no ha encontrado incentivos para actuar con apego a derecho. Respetar o violar la ley da lo mismo cuando todo lo puedes arreglar con “amigos”, con “conocidos” o con dinero. La ley que acaba imponiéndose, es la del más fuerte, la del más rico y/o la del más astuto.

Eso sí, nos hemos empeñado en legislar y legislar, en crear más y más organismos para “garantizar” el respeto a los derechos y las garantías de todos, y supervisar a uno y a otros, pero en la realidad no ha pasado nada, seguimos avanzando en la impunidad, la corrupción, la inseguridad y la violación a la ley.

Coincido con los que señalan que no se trata de tener muchas leyes e instituciones de vanguardia, se trata de que las leyes que tengamos se cumplan, que las instituciones realicen con eficacia las tareas para las que fueron creadas; se trata de que la sociedad se sienta protegida y segura, y desarrolle una cultura de respeto a la ley, porque sabe que es el mejor camino para lograr su desarrollo personal, familiar y comunitario.

Ya no es posible que México siga viviendo en una dicotomía en donde se pide el respeto a la ley y al mismo tiempo se aplaude y se festina a quienes actúan al margen de la misma abiertamente. Ahí está la “pandilla de gobernadores” llamada CONAGO cuya conformación viola la Constitución, pero a pesar de ello, son reconocidos, firman acuerdos y actúan como si tuvieran sustento legal.

Ya lo he dicho muchas veces, basta de simulaciones, basta de reconocer poderes fácticos que violan la Constitución y las leyes, y que por lo mismo tampoco hay formas de regularlos y controlarlos. Si queremos que existan, si consideramos que es importante su existencia, démosle un marco jurídico en donde estén delimitadas sus facultades y obligaciones y que actúen apegados a ello. Hacerlo de otra manera es seguir promoviendo la ilegalidad y la irresponsabilidad de quienes han mostrado su incapacidad para responder a los habitantes de sus entidades federativas, pero con todo cinismo hacen uso de un foro nacional (inconstitucional) para promoverse.

Ya basta también de ser un país de caprichos, en donde la separación de poderes es vulnerada todo el tiempo en los distintos órdenes de gobierno, en donde se toman acciones desesperadas a nivel local para frenar el desarrollo de los nuevos congresos, tratando de imponer el gobierno de las minorías, y de último momento se busca dejar “fiscales carnales” que garanticen impunidad a los políticos corruptos.

Ciertamente, la autonomía de las fiscalías y de todas las instituciones debe estar garantizada en la ley y debe trascender a los hombres que ocupen el cargo, pero desafortunadamente en nuestro país, aún no se rompe con esa visión de servilismo, en donde los funcionarios creen que su lealtad está con quien les “otorgó” el cargo y no con los ciudadanos que son a los que deben servir. Tenemos que romper con esa cultura burocrática de “a quién se la debo” para transitar a una cultura de servicio público, de servicio a la sociedad.

La instauración del imperio de la ley en nuestro país debe transitar por varios cambios culturales, empezando por los servidores públicos, que deben entender el sentido de sus responsabilidades y poner el ejemplo de respetar las leyes, en todo momento. Será necesario también impulsar una cultura de respeto a la ley entre toda la población, mostrándoles con hechos que actuar con apego a derecho es beneficioso para todos.

El imperio de la ley no debe quedarse en una frase alegre propia de la retórica de los discursos políticos que no tiene ningún contenido ni propósito; debe ser realmente una aspiración permanente de la sociedad y un valor que debemos cuidar y proteger todo el tiempo.

Triste realidad y futuro la de una sociedad que no respeta el marco jurídico que se ha dado para tener una buena convivencia y poder desarrollarse con tranquilidad, y que se condena a sí misma, al caos, a la inestabilidad y al desorden.

Por eso creo que el gran reto que tiene el país en su conjunto y el nuevo gobierno federal, es recuperar el estado de derecho en nuestro país; sólo así será posible poner un freno definitivo a la impunidad y a la corrupción, disminuir la inseguridad y promover el desarrollo del país.

Confío en que finalmente México pueda vivir un cambio verdadero, fundado en el respeto a la ley.

¡Muchas gracias y sean felices!
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