Granizada de balas, culto a la ignorancia y a la mediocridad  

* De nuevo aparece el luto por crueles absurdos y la sangre de las balas perdidas

 

Por Miguel Alonso Rivera Bojórquez

 

Amaneció y las armas guardaron silencio. Las detonaciones callaron. La atmósfera de la violencia nocturna abrió paso al primer día del año 2018 y diluyó el miedo paralizante. Parecía que de nuevo regresaba la paz, pero no. De nuevo se escuchan ráfagas y detonaciones esporádicas. El terror sigue ahí.

La algarabía de la locura enardecida por el olor a pólvora opacó los gritos de dolor durante la noche.

Hoy por la mañana recibí un mensaje de la periodista Elizabeth Valdez Caro.

– Hermanos, buen día, les pido oración por la vida de mi sobrinita Yamileth Ávila de 11 años, que está muy grave, víctima de una bala perdida.

La tristeza también huele, incluso en la distancia.

– Este mensaje llegó a grupo Kairós, campamento de la iglesia católica dirigido por el Padre René Joss, en la iglesia Santa Rosa de Lima, me dijo.

-Ella es su tía, me explicó. La tía de la pequeña, Cecilia Ávila, lo escribió.

Le expresé mi solidaridad a la tía de Yamileth y escuché su dolor. Una familia llora sangre.

La bala atravesó el techo de lámina del humilde hogar de su prima en Agua Prieta y le dio a la niña en la cara. La bala le entró por el cachete y le destrozó un ojo. Mañana será la cirugía para sacar la bala en un Hospital de Ciudad Obregón.

Peritos de balística aseguran que una bala de rifle de alto poder disparado al aire puede alcanzar los mil 500 metros y precipitarse con fuerza. Ahora la pequeña Yamileth lucha por su vida en una cama de hospital.

Rápidamente vino a mi mente el estremecedor estruendo del año nuevo en Culiacán.

Hoy en la mañana encontré mi auto con el cristal de atrás hecho pedazos: fue un cohete y de mis vecinos, sé quién fue:

La única familia de vecinos que causaron durante la noche un alboroto ensordecedor con canciones de apología al narcotráfico, olor a pólvora quemada y ráfagas de metralleta.

Los olores también son mensajeros. Los adultos tragando alcohol al borde de la demencia y los pequeños sueltos por la calle con el juego de los explosivos, con chispas de fuego y emanaciones de humo, crecen en la violencia y la mentira como una forma de cultura.

Al escribir estas líneas ya tengo el folio del siniestro por parte de la aseguradora y tendré que pagar un deducible. ¿Tocaré la puerta de los responsables? La respuesta es: No. ¿El sistema de justicia en el que vivimos me puede ayudar? La respuesta es: No.

No tiene caso reclamar, aunque pesa más la cobardía del abuso de quienes hacen daño sin hacerse responsables.

Durante la madrugada el repiqueteo de las detonaciones y esa granizada de balas han traído de nuevo la tragedia.

El olor acre de la adrenalina inundó los orificios nasales de la familia de Yamileth Ávila. El miedo se apoderó por completo de sus espíritus. Luego el sonido de las torretas de las ambulancias por esas calles sin esperanza donde irrumpen autos que van raudos sin ningún destino, a alta velocidad y quemando llanta. Quizás el peor problema no sean las drogas sino el culto a la ignorancia y la mediocridad.

Hoy los ojos de una familia no dejan de llorar, sus sentimientos están puestos en una pequeña que lucha por su vida. En el sonido hueco que produjo su cuerpo al caer malherida.

El periodista Ernesto Alfredo Martínez Cervantes, asaltado en noviembre pasado a punta de pistola por dos jóvenes, me confirma que el saldo de las “fiestas” de Año Nuevo son seis personas por balas perdidas.

El cielo de Culiacán cobija el miedo y no basta con taparse los oídos. Es una zona castigada por el conflicto donde la vida de las personas no vale más que una bala calibre 7,62 por 39 mm, que oscila en los 20 pesos. Pero este ritual ya no es solo en Sinaloa sino que también se presenta en otras entidades de la república, como en Sonora, donde una niña recibió una bala perdida en la cabeza.

¿A qué clase de personas pertenecen esas manos que aprietan los gatillos, que siembran el miedo, que dejan luto por crueles absurdos y que enseñan a sus hijos a vivir en la violencia? 

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