UN DÍA COMO HOY

POR EDUARDO OLIVARES A.

UN DÍA COMO HOY pero de 1810 el testigo presencial  Pedro García describe lo acontecido en la población de Dolores “El siguiente día, domingo, en que la gente del campo tiene por costumbre llegar a la población muy a la madrugada para aprovechar la misa prima, se empezaron a formar grupos con el fin de esperarla; y como pasara un gran rato sin llamarla, empezaron muchas gentes a notarlo, sin acertar, por entonces, con el motivo de aquella tardanza. No faltó quien empezara a informarles de que pudiera ser no hubiera misa, porque el señor Hidalgo había en la noche anterior mandado aprehender a todos los gachupines, y todos se hallaban en la cárcel. Semejante informe fue recibido por algunos con sorpresa, aunque mezclada con algo de alegría, tal motivo daba aquella situación formada por los procedimientos despóticos y tiránicos que observaban los españoles con toda clase de mexicanos. En este estado de incertidumbre se fueron acercando al frente de la casa del señor Hidalgo. Aumentó el número. Viendo que por momentos crecía, parecía a aquel párroco respetable que era tiempo ya de dirigirle la palabra a aquella multitud, para informarle de los motivos que había tenido para realizar un movimiento tan nuevo y desconocido. Salid al zaguán y se explica de la manera siguiente:

‘Mis amigos y compatriotas: no existe ya para nosotros ni el rey ni los tributos. Esta gabela vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como signo de la tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos. Llegó el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si conocéis su gran valor, me ayudareis a defenderla de la garra ambiciosa de los tiranos. Pocas horas me faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser libres, os invito a cumplir con este deber. De suerte que sin patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad. Preciso ha sido dar el paso que ya sabéis, y comenzar por algo ha sido necesario. La causa es santa y Dios la protegerá. Los negocios se atropellan y no tendré, por lo mismo, la satisfacción de hablar más tiempo ante vosotros. ¡Viva, pues, la Virgen de Guadalupe! ¡Viva la América, por la cual vamos a combatir!

A esto respondió la multitud en igual sentido y bastante animada. Se retira el señor Hidalgo y comenzaron los preparativos de marcha, y todos se adelantaban entre sí para acompañarlo. Aquel espíritu de libertad se difundid en aquella reunión con la violencia del rayo. Cada individuo se preparaba con un garrote, honda, lanza o machete: así esperaban las determinaciones de su párroco.

Era digno de verse al señor Hidalgo, solo, a caballo en el centro de aquel gentío que lo veía con tanto respeto y aprecio. En todos se advertía un espíritu bélico. Los indios, al pasar el río, surtían sus costales de piedras; otros se proporcionaban un arma cualquiera, y todos deseaban combatir. El exterior de aquella masa de hombres puestos en movimiento llamaba la atención de cuantos la miraban. Su aspecto era importante, y en cada paso que daban aquellos hombres iban absorbiendo a cuanta gente se encontraba ya en el camino o ya en los puntos inmediatos.”