Día de muertos: una celebración muy nuestra

Francis Gutiérrez Velarde

El Día de Muertos se celebra en México desde mucho antes de la conquista española, de hecho, tiene más de 3 mil años de antigüedad.

Los antiguos habitantes del México precolombino en Mesoamérica: aztecas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas, tenían entre sus rituales dos fiestas: la pequeña y la grande, que durante la época de la Colonia se fusionaron con la cultura y la religión católica. Los antecedentes más remotos de estas ceremonias se remontan aproximadamente al año 1800 a .C. como lo indica una máscara de barro procedente de Tlatilco, Estado de México.

En el México prehispánico, tras las guerras entre pueblos, era una tradición conservar los cráneos de los enemigos como trofeos para mostrarlos en rituales que se relacionaban con la muerte y el renacimiento.

Estas celebraciones eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl , conocida como la ‘Dama de la muerte’, y esposa de Mictlantecuhtli, Señor del Mictlán o ‘tierra de los muertos’.

La fiesta pequeña, iniciaba 20 días antes que la fiesta grande, la primera era dedicada a los niños y la segunda a los adultos, como ahora, que se acostumbra que el 1º de noviembre sea dedicado a los niños difuntos y el 2 a los adultos. El inicio de la celebración de los muertos adultos o fiesta grande se hizo coincidir con la festividad católica de los fieles difuntos.

El día de todos los santos quedaba incluido dentro de los 20 días anteriores a la fiesta grande donde se encontraban las fiestas de los muertos pequeños. Esta tradición se adaptó y logró mantenerse viva bajo el yugo español, a pesar de la evangelización. Aprovechando el interés que los españoles tenían en manipular las fiestas de los indígenas para convertirlos al catolicismo, los mexicanos se adecuaron y así lograron que las festividades de muertos no fueran tomadas como paganas.

Los días de muertos se han convertido en una verdadera festividad nacional. El dolor, la tristeza y el llanto por el ser querido que partió al mundo de los muertos, se entremezclan con el colorido, la fiesta, la alegría que caracteriza al mexicano, que sabe reírse de su propia tragedia para aligerar su pesar.

La diferencia esencial entre las ofrendas prehispánicas y las actuales consiste principalmente en que aquellas eran ofrecidas a los dioses y las actuales, ya con la influencia católica, las familias mexicanas honran la memoria de sus muertos mediante ofrendas, altares que se componen de elementos como agua, veladoras, imágenes de santos, fotografías del difunto y su comida preferida.

Se cree que durante esos dos días los muertos regresan a casa y degustan los alimentos colocados en la ofrenda. Como una manera de guiar su camino, el altar se acompaña de flores de cempasúchil.

Para complementar esta tradición, las personas comparten calaveras de azúcar o chocolate y escriben las llamadas calaveritas, que consisten en epitafios humorísticos dedicados a algún amigo, familiar o personaje público.

Celebrar el Día de Muertos es una tradición 100% mexicana, su magia, rituales y tradiciones son tan particulares que la UNESCO lo ha declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Y nada tiene que ver con el Halloween estadounidense, que es de origen Celta.

 ¿Que elementos debe tener la ofrenda de Día de los Muertos?

Conformar una ofrenda varía dependiendo del estado del país, de cada hogar y de cada familia. No existe una forma “oficial” de hacerla.

Esta es una lista que incluye elementos tradicionales, elije los que tengan más significado para ti.

Veladoras o cirios

Se utilizan como símbolo del elemento fuego y por su asociación religiosa. Es común incluir una para cada difunto recordado más otra para un alma “olvidada.” A veces las veladoras son colocadas en forma de cruz.

Imágenes de los difuntos

Pueden ser fotos sueltas o enmarcadas o inclusive retratos dibujados o pintados

Flores

La flor de cempasúchil, de color intenso anaranjado, es la más común en un altar de Muertos. Tanto su belleza como su olor atraen a las almas de los difuntos hacia la ofrenda. Muchas veces las flores se colocan en forma de cruz o formando un “sendero” a seguir por las ánimas. También se ocupan -aunque en menor medida- otras flores de color morado y blanco.

El agua

La fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso. En algunas culturas simboliza la pureza del alma.

Sal

Se coloca en un recipiente sobre el altar como símbolo de purificación.

Copal

El olor atrae a las almas de los difuntos hacia la ofrenda y también, por su asociación con la religión, es un fuerte símbolo de oración y purificación. De no poder conseguir el copal se puede emplear el incienso para este propósito.

Papel picado

Papel de china al cual se le hacen varios cortes para formar figuras como las calaveras de José Guadalupe Posada, o con palabras referentes a la ocasión. Normalmente se pegan varios pliegos arriba de la ofrenda o en forma de mantel.

Calaveras

Suelen emplearse calaveras de diversos tamaños,  de chocolate, azúcar o amaranto. Sirven de recuerdo del destino final de cada ser humano y, a la vez, de la aceptación de la muerte como inevitable y no del todo temible, pues es dulce. Las calaveras frecuentemente se regalan entre amigos y comúnmente llevan en el frente el nombre del que la recibe.

Pan de muerto

Presente en esta época del año puede ser dulce o salado.

Comida y bebida

Las ánimas que visitan el altar han viajado desde muy lejos y necesitan recobrar fuerzas con una buena comida. En la ofrenda se acostumbra incluir platillos tradicionales mexicanos, frutas de la estación o dulce de calabaza. También se pueden colocar las comidas y las bebidas que más les gustaron en vida a los ahora difuntos.

Artículos religiosos

Se pueden colocar algunos elementos católicos: cruces, crucifijos, rosarios e imágenes de santos .

Objetos varios

La ofrenda se arma para atraer y agasajar a los difuntos de la familia y es de suponerse que en donde quiera que estén siguen necesitando y disfrutando de las mismas cosas que cuando estuvieron vivos. Por lo mismo, se puede colocar sobre el altar cualquier objeto del gusto del difunto: juguetes (en el caso de los niños), objetos de aseo personal y artículos que empleaba en su trabajo son algunos ejemplos.